Historia de Verito
Una historia conmovedora de una mamá y mujer resiliente e inspiradora.
Conoce la historia de Verónica y Manuela.
Yo no debería estar escribiendo esto. Debería estar gordísima y ahora mismo no me vería los pies pues me quedarían 2 meses para dar a luz a mi hija. En cambio estoy escribiendo la historia de cómo la perdí hace 3 meses y medio.
Todo comenzó con un positivo a escondidas, uno que compré sin decirle a mi marido nada y lo hice a solas antes de que él se fuera al trabajo.
Esa mañana sin dudas, cambiaría nuestra vida e historia para siempre.
Ese positivo que empezó a colorearse y que yo sinceramente esperaba que no saliera, pues lo acabábamos de empezar a buscar hacía sólo dos meses.
Los dos lloramos de emoción (le tuve que explicar lo que significaba porque no entendía muy bien las dos líneas). Así, es cómo comienza nuestra historia.
El embarazo fue malísimo; jaquecas diarias, náuseas, no soportaba ningún olor y mucho estreñimiento. Ya tengo una niña de siete años y su embarazo fue igual de malo así que todo entraba en la normalidad.
Lo bueno es que podíamos ir a hacernos ecografías con un médico privado. Fuimos dos veces y todo iba sobre ruedas, era un bebé grande y sano.
Recuerdo a mi marido llorar la primera vez que escuchó su corazón, era un bebé muy amado.
En ninguna ecografía, ni analítica nos vieron problema alguno, pero estando de 15 semanas empecé a manchar un poquito marrón. Estábamos en pleno confinamiento, por lo que no podía ver a mi matrona, así que pedí cita por teléfono. Ella lo encontró normal, y la matrona me mandó un análisis de orina. Eso fue un día martes.
Seguía manchando pero estaba tranquila. Ese jueves me desperté de madrugada de golpe y un poco ansiosa y fui al baño. Estaba manchando sangre por lo que fui sola a urgencias.
La ginecóloga me dijo que no podía ir por algo así en pleno confinamiento si no tenía dolores, que veía una laguna pequeñita pero que no era grave.
Ese día escuché el latido de mi bebé y lloré al verla, me tranquilice al ver que latía y se movía mucho.
Pasó el jueves y viernes y seguía manchando pero sin dolor, y el Sábado empecé a sentir molestias muy leves.
Todo el mundo me decía que era normal sentir algún dolor en el embarazo y estábamos pasando por un momento difícil. Estaba ansiosa y pasé la noche con dolores ”flojitos”.
El domingo era el día de mi cumpleaños número 30. Los dolores se intensificaron, pero pasé la mañana más o menos bien.
Yo estaba de 16 + 4 por lo que aún no sentía mucho a mi bebé, pero tenía una mala sensación desde el jueves. No me gustaba estar así, pero sentía mucha presión por el tema del confinamiento y todo el mundo me decía que era normal. Nunca nadie había vivido esto en la historia, por lo que para todos era nuevo.
Mi marido y mi hija me cantaron con una torta, y después de comernos un trozo le dije a mi marido que ya estaba bien, pero que necesitaba saber qué pasaba.
El dolor ya era muy intenso y se espaciaba menos entre sí, me asusté porque parecían contracciones.
Dejamos a mi hija en casa haciendo una videollamada con mi madre y nos fuimos, pensando que volveríamos al poco y que estaría todo bien.
Al llegar a urgencias, me hicieron un análisis de orina instantáneo y me dijeron que tenía infección de orina. Debíamos esperar a la doctora pero que seguramente las contracciones eran de la infección.
Estaba algo más tranquila después de eso pero la doctora tardó cerca de dos horas en venir y yo tenía unas contracciones muy dolorosas y seguidas. Cuando llegó, me hizo una ecografía vaginal y me dijo que el bebé se estaba moviendo mucho.
Salió a consultar una cosa y cuando entró me dijo que tenía que quedarme ingresada. Tenía el cuello del útero corto y debían hacerme un análisis para descartar infección, y según resultados a la mañana siguiente me harían cerclaje.
Lo pintaban todo muy fácil pero tenía contracciones de todo el día y ellos iban a esperar al día siguiente. Ahora mismo no entiendo cómo esperaron tanto.
Me ingresaron y con los nervios de que mi marido tenía que irse a preparar a la niña para llevarla con mi tía. Llamé a todo el mundo, mientras con contracciones, me dieron a las ocho la cena, y seguía igual, me pincharon paracetamol y me dolía mucho.
Gracias a dios estaba mi marido conmigo.
En cuanto me pincharon rompí aguas y dejó de dolerme todo, ya sólo me dolía el corazón. Sabía que no había nada que hacer.
Sólo me decían que me calmara, les decía que no me dolía y que me dijeran algo. Veía el miedo en los ojos de mi marido y en los de las doctoras que no recuerdo cómo llegaron allí.
No recuerdo tampoco cómo llegue a la sala de partos, tengo lagunas de ese trozo de tiempo, recuerdo el frío, el llanto, el dolor en el pecho, de pronto sentí que mi bebé salía de mí.
¿Cómo había pasado?
Sólo pensaba que no era verdad, no, no, no. Las doctoras me dijeron que lo sentían, que si quería verlo. Les dije que sí, por supuesto.
Me preguntaron el nombre y no sabíamos si era chico o chica, nos dijeron que era un niño y lo vi de refilón.
Yo también pensé que era un niño (después de la biopsia nos dijeron que era una niña, ya que no estaba desarrollado del todo el órgano reproductor).
Les dimos el nombre, me la pusieron encima, estaba fría, algo pegajosa y olía a bebé.
Me daba miedo besarla fuerte por si la rompía, me daba miedo apretarla con las ganas que tenía por si le hacía daño. La besé en la cara, en la cabeza, le toque las manitas y los pies. Le hablé, le dije que la quería, le conté de su hermana y las ganas que teníamos de que llegara.
Le dije que nunca me enfadé con ella por ponerme malita y que la quería.
Les pregunté qué harían con ella y nos dijeron que tenían que hacerle biopsia. Mi marido nos hizo unas fotos juntas, son mi mayor tesoro. Quise que mi marido la cogiera, que notara su peso antes que se la entregaremos a las doctoras.
No la vi más, fue muy corto. Quisiera volver atrás aunque sea de la misma forma para volverla a ver.
Fueron los días más duros de mi vida.
A cambio nos entregaron una caja con el nombre que le hubiéramos puesto si fuera niño, la mantita en la que la envolvieron y sus huellitas en un folio. Esa cajita guarda parte de su historia.
Tuvieron que ponerme la epidural para hacerme un legrado, y estuvimos ingresados tres días porque tuve fiebre y perdí sangre.
Tuve la suerte de tener allí a mi marido y de que fuera la época del confinamiento porque si no, tendría que haber ido a trabajar al día siguiente.
No es justo que nadie pase por eso solo, no lo es.
Nunca supimos porqué la perdimos, me dijeron que tenía infección de sangre y de orina. Los niveles eran un poco altos y se refugiaron en eso, pero mi ginecólogo me comentó que no podía ser el motivo.
Ahora gracias a él, sé que tengo el cuello del utero corto y seguramente al volver a buscar tendré que hacerme un cerclaje. No es el motivo pero dice que quizá ayudó al proceso.
Veo a mi niña en las nubes, en el cielo, en la cara de su padre y su hermana. La veo en el olor a médico y a bebé, la veo en el amor.
Ella está en todo lo que nos pasa bueno siempre, te queremos mucho mi niña y se que estaremos juntas de nuevo. Gracias por ser parte de mi vida y de mi historia.
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